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31.5.15

LASTIMA BANDONEÓN


Tenía que ilustrar unos poemas de Juan Gelman, y decidí dibujar un bandoneón. 
A través de un amigo alguien me prestó uno. No fue fácil conseguirlo, había pocos me dijeron, porque no se fabricaban más y cuando una orquesta viajaba a Japón llevaban algunos de más y allá los vendían a muy buen precio.
Era un instrumento que tenía su historia. Quien me lo facilitó era la viuda de un músico tanguero. Me aseguró que este instrumento tenía vida propia, alguna vez, me dijo, al entrar al cuarto donde lo tengo guardado irradiaba una luz, como si saliera de adentro.
Lo dejé en una mesa de mi estudio, cada vez que lo miraba recordaba las palabras de la mujer.
Poco a poco lo fui dibujando, desentrañando la geometría que ocultan sus líneas.
Una tarde intenté sacar algo, como alguna vez hice con un violín o una guitarra. Pero era imposible, casi como si me hablaran en mandarín básico.
Mientras tanto el dibujo comenzó a aparecer, recuerdo que lo terminé una noche muy de madrugada, antes de irme a la cama, lo tomé y nuevamente intenté sacarle unas notas, solo unos sonidos dislocados que me hicieron dejarlo inmediatamente en la mesa.

 Cuando apagué la luz, lo observé no sin algo parecido al rencor, entonces, una luz submarina comenzó a emanar desde su interior. Fue un instante.

15.5.15

VENUS DE VISTALBA


Mientras tallaba esta Venus en Vistalba, lentamente aparecía la imagen que durante años estuvo guardada en esta viga de pinotea. Tal vez, durante años sostuvo el techo de una bodega, ignorando su destino de futura Venus. Probablemente tenga mas de cien años.
Me la regaló mi amiga la escultora Eliana Molinelli, estaba en su jardín pero ella ya no la usaría, y con el entusiasmo que la desbordaba, una mañana me ayudó a cargarla en mi auto.
Eliana no alcanzó a ver lo que pude sacar de esa madera,siguió su viaje y  me quedé sin saber su veredicto.
 c'est la vie.

11.5.15

SEXOHUMOR





Después de la  dictadura de Videla, con los frescos  aires  de la democracia, fuimos
lentamente, descubriendo que la llamada censura se disolvía.
 Habíamos transcurrido controlados por una mojigata mirada que expresaban con eficacia ciertas instituciones de chupacirios relacionadas con la iglesia en connivencia con los uniformados.
La censura previa, la autocensura, las listas negras, eran las etiquetas que circulaban. Mordazas que nos imponían las circunstancias.
Por supuesto el tema sexual encabezaba la fila de lo prohibido.
Todavía veo en mi memoria, a un milico argumentando por tv, con la dureza de un playmovil, el porqué era inadecuado que las maestras usaran pantalones en la escuela. Hoy se me ocurre que solo Capusotto podría decirlo igual.
Es así que llegó la hora del llamado “destape” para escándalo de muchos.
 Algo que supimos importar de España.
 Hubo un aluvión de revistas dedicadas al tema.

 Los editores de Humor, lanzaron Sexhumor. Para ellos dibujé cosas como estas que  te muestro. Hoy, veinticinco  años después, suenan ingenuas.

2.5.15

TRABAJAR CANSA




Mi primer trabajo fue de aprendiz en una agencia de publicidad, merodeaba los diecisiete,  no me pagaban un peso, transcurría mi mañana dibujando  letras (todavía no llegaba el Letraset) no tenía derecho  a sentarme, pagaba el “derecho de piso”.
A los veinte y monedas  entré a trabajar en un banco
.Gracias a la gestión de una querida tía, ya que mi examen no alcanzó a cubrir el número de palabras por minuto exigidas en la máquina.
A las 7 de la mañana marcaba tarjeta y hasta las dos de la tarde estaba prisionero.
Una pesadilla que vivía con resignación. Esto es “trabajar”, me repetía como un mantra, la idea bíblica de “ganarás el pan con el sudor de tu frente”.
Por supuesto encontré algunos inadaptados semejantes con quienes inmediatamente confraternizamos, nos reíamos (por no llorar) de todo el mundo. Gerentes, Jefes de sección, Firmas autorizadas, eran el blanco de nuestras pullas, befas y mofas.
Esporádicamente aparecía un personaje que nos rescataba de la rutina, un señor mayor con un bastón y con una capa llena de medallas, decía ser “El rey de España”, traía una cantidad de papeles absurdos que inmediatamente sellábamos y firmábamos para luego mandarlo a otro banco de la zona a seguir estos trámites.
Mi tarea era contar  números  de lotería. Sobre mi escritorio tenía, como un castigo, varias pilas de esos papelitos que seguramente fueron el sueño de alguien, miles por día, que anotaba en absurdas planillas.
Una mañana en un acto de rebelión, aprovechando la ausencia del jefe de sección, tiré un esponjero donde nos humedecíamos el dedo para contar, voló por los aires hasta dar en uno de los tubos fluorescentes que nos iluminaban y lo estrelló en mil pedazos. Inmediatamente limpiamos las pruebas del desborde,  minutos después el jefe caminaba entre los escritorios tratando de indagar que descalabro había ocurrido en su ausencia.
Esta mazmorra duró dos años, hasta que un día supimos que esperábamos un hijo. Él fue el mejor argumento para dejar esa vida “asegurada”.
Hoy son mis hijos quienes a veces me recuerdan que trabajé solo dos años en mi vida.

Y puede que tengan razón, porque todos los dibujos, pinturas, grabados, esculturas que después hice y hago, las publicaciones, ilustraciones, exposiciones, todas las horas invertidas en esto, son solo una excusa para no tener que trabajar.