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4.7.10


Recuerdo un día en que después de cobrar uno de esos cheques milagrosos, entré en una librería llamada Atlántida en la calle Florida. Un ejemplar de generosas dimensiones llamó mi atención. Es un libro caro, me dije con la sabiduría del catador experimentado mientras lo hojeaba. Veía acuarelas, dibujos y pinturas de un artista llamado Andrew Wyeth a quién desconocía, un capo, mi corazón latía como un tambor. Es un libro caro me repetía.
Un vendedor con aspecto de cagatintas, me acerqué a preguntarle el precio, el tipo me radiografió con la mirada – es un libro caro.- me dijo como si dijera: no es para vos pibe.

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